El sociólogo estadounidense confía en la conciencia ecológica de las generaciones más jóvenes y en los nómadas digitales que ya promueven el cambio de la globalización a la "glocalización".
Por Matilde Martínez
El sociólogo y economista Jeremy Rifkin está convencido de que el conflicto bélico en Ucrania será “la última guerra por los combustibles fósiles” en un mundo, que ha asumido el fin de la era del progreso asociado al carbón, el petróleo y el gas, pero que aún está dando tímidos pasos hacia una nueva concepción económica y social.
Rifkin (Denver, Estados Unidos, 1945) ha sido asesor de la Comisión y el Parlamento europeos, así como de varios gobiernos en Europa como los de Angela Merkel en Alemania y Nicolas Sarkozy en Francia, autor de numerosos libros en materias que van de la economía al medio ambiente, entre ellos “El fin del trabajo” en 1995, un éxito de ventas.
La civilización industrial basada en los combustibles fósiles tiene los días contados para Rifkin, activista contra el cambio climático que en una entrevista con EFE defiende que ya se están produciendo cambios que conducirán a una nueva era de la resiliencia basada en la adaptación, la regeneración y la prosperidad, en lugar de en la eficiencia, la productividad y el crecimiento.
Una gran transformación
Acaba de publicar “La era de la resiliencia” (Editorial Paidós), donde explica que la pandemia de Covid-19 dejó al aire la contradicción de un capitalismo que había hecho de la eficiencia su máxima y que en plena crisis sanitaria no pudo hacer frente a la escasez de mascarillas o respiradores.
“Los virus se mueven, habrá más pandemias (…). La gente está aterrorizada porque se empieza a dar cuenta de que el planeta es más poderoso de lo que había pensado y nosotros más insignificantes”, dice el autor, que califica de holocausto medioambiental el expolio que la especie humana ha hecho de un planeta que se rebela provocando inundaciones, sequías, incendios y huracanes.
Rifkin incide en que mientras cuestiones como la desigualdad, la precarización de la mano de obra, el ascenso de la ultraderecha o la pérdida de fe en la democracia amenazan con desestabilizar la civilización humana, el calentamiento global “nos lleva directamente a la extinción”.
“Los combustibles fósiles nos han traído hasta aquí”, asegura Rifkin, que lideró la primera protesta “verde” en Estados Unidos contra las grandes compañías petroleras en 1973 y que después ha asesorado en materia de transición ecológica e infraestructuras digitales a la Unión Europea y China, regiones que sitúa a la vanguardia del cambio.
“Estamos en medio de una gran transformación económica y social que requiere cambiarlo todo”, según Rifkin, para transitar de la propiedad al acceso, del hiperconsumo a la ecología y de la democracia representativa a una gobernanza “bioregional” más participativa e inclusiva que permita recuperar la vida salvaje.
Las alternativas
¿Qué alternativa tenemos?”, se pregunta Rifkin, que confía en la conciencia ecológica de las generaciones más jóvenes y en los nómadas digitales que ya están saliendo de los grandes núcleos urbanos y promoviendo el cambio de la globalización a la “glocalización”, término que aúna lo global con lo local en un entorno económico más democrático y autosuficiente.
Reconoce que la digitalización ha dado lugar a una primera generación de gigantes tecnológicos como Apple, Google o Facebook, pero apuesta a que “en 30 años ya no estarán aquí”.
Las nuevas infraestructuras digitales harán posible una economía colaborativa interconectada que dará el salto de los vendedores y compradores en el mercado a los proveedores y usuarios en la red en una nueva era en la que toda actividad económica será potencialmente un servicio, que irá desde compartir conocimientos hasta compartir la energía sobrante del autoabastecimiento a través de fuentes renovables.
La subsistencia en la era de la resiliencia estará menos ligada a la producción de cosas y al consumo, y más comprometida con la regeneración del planeta.
En este contexto Rifkin considera que el PBI dejará de ser relevante como indicador del rendimiento económico y se recurrirá a indicadores de calidad de vida que incluyan el acceso a servicios públicos, el nivel educativo, la calidad del aire o el tiempo libre como métricas del bienestar económico.
En el ámbito laboral augura la creación de nuevas categorías de empleo y millones de puestos de trabajo centrados en la gestión responsable de la biosfera.
EFE.